JULIO CÉSAR: EL PASO DEL RUBICÓN

Tras el triunfo de César en las Galias, el Senado y Pompeyo, su antiguo aliado, recelosos de su ambición, quisieron frenarlo. Pero en 49 a.C., César pasó el río Rubicón dando inicio a una cruenta guerra civil.

Tras su triunfo en las Galias, la ambición de César parecía no tener límites. Cuando el Senado y Pompeyo quisieron frenarlo, no se arredró: cruzó el río Rubicón, la frontera de Italia, y conquistó el poder por la fuerza.

En la mañana del 11 de enero del año 49 a.C., César iba a tomar una de las decisiones más trascendentales de su vida. El día anterior, como si nada extraordinario fuera a suceder y para no levantar sospechas, había asistido en Ravena a un espectáculo público y había examinado con atención los planos de una escuela de gladiadores que pensaba construir. A continuación participó en un concurrido banquete, según su costumbre. En mitad de la cena se levantó de la mesa y dijo a los comensales que debía abandonarlos un momento. Fuera lo esperaba un carro uncido a los mulos de una panadería cercana; en él partió en secreto con una pequeña escolta. En la oscuridad de la noche, el carro de César se extravió y anduvo largo tiempo dando vueltas hasta que, al amanecer, un guía les indicó el camino correcto, aunque él y sus acompañantes tuvieron que ir a pie por senderos muy estrechos. Así llegó a orillas del río Rubicón, donde lo esperaban unas cohortes a las que había mandado adelantarse previamente.

El Rubicón señalaba el límite entre la Galia Cisalpina e Italia, y según la ley romana ningún gobernador provincial podía atravesarlo al frente de sus tropas so pena de ser declarado enemigo público. César era plenamente consciente de las consecuencias que tendría el hecho de atravesar el río con sus legiones. César puso su destino en manos de la Fortuna con una frase que ha quedado para la historia: Alea iacta est, «la suerte está echada» o «los dados están echados».

La arriesgada jugada protagonizada por Julio César sería considerada en el futuro como el principio del fin de la República romana, el régimen que durante cuatro siglos, desde la expulsión de los reyes etruscos, había encarnado los ideales romanos de igualdad y libertad. César no fue el primero en violar abiertamente la legalidad de la República. La crisis política que vivía este régimen desde hacía décadas, provocada por la acelerada expansión de su Imperio y las tensiones sociales que ésta acarreaba, había convertido a Roma en teatro de toda clase de ambiciones personales. Pompeyo, y el Senado, eran conscientes del peligro que representaba César a causa de las riquezas y el poder personal que había ido acumulando durante su mandato en las Galias.

Pompeyo y sus aliados tramaron un plan para aprovechar el momento en que César debería dejar su cargo de gobernador y así llevarle a juicio, acusándolo de corrupción y conspiración, y acabar, de este modo, con su carrera política. Para hacer frente al plan de sus enemigos, César declaró su intención de conservar el mando de las Galias, que concluía en marzo del año 50 a.C., hasta finales de 49 a.C., y presentarse al mismo tiempo, en el verano de ese año, a las elecciones para cónsul del año 48 a.C. Pero sus enemigos en Roma se opusieron a esta maniobra. En Roma, la expectación ante el inminente choque entre César y Pompeyo era máxima. Finalmente, el 11 de enero del año 49 a.C., y ante las numerosas afrentas por parte del Senado, César decidió pasar el Rubicón con una legión e invadir Italia, dando comienzo a una guerra civil. Pompeyo, considerando que no era posible enfrentarse a César en Italia, decidió retirarse a Grecia y Oriente.

Historia National Geographic

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